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Publicado: 13 de abril, 2021
Gloria Alzate Castaño es la directora de nuestra organización socia Conciudadanía en Antioquia, Colombia. La organización se ha fundado en el 1991 y desde entonces tiene como objetivo “desarrollar acciones pedagógicas y de movilización en el Departamento de Antioquia para que los derechos sean hechos”. Persiguen este objetivo através de la promoción de “la convivencia pacífica, la construcción de la paz, la planeación del desarrollo y el fortalecimiento de la democracia local mediante el ejercicio de la ciudadanía plena de hombres y mujeres, en el marco de un estado social de derecho.”
En este texto Gloria Alzate resume la situación y las dificultades que están enfrentando las mujeres en cuanto a COVID-19 y la virtualidad. También comparte el video que se realizó para destacar lo que se necesita para alcanzar más equidad e igualdad entre mujeres y hombres.
Para algunas personas y sectores de la sociedad, la pandemia y su consecuente confinamiento ha significado oportunidades; pero para otras ha significado pobreza e impotencia. De manera positiva se rescata de ella, el volver a nuestro centro, al hogar, a la familia; estábamos por fuera todo el tiempo, interactuando con muchas personas cada día, preocupados/as por los resultados de nuestro trabajo, las relaciones, las discusiones políticas, los indicadores socioeconómicos.
Entonces, la virtualidad se convirtió en la tabla de salvación para mantenernos conectados con el afuera, mientras el trabajo se nos metía a la casa, pues ésta se convirtió en nuestra oficina. Circunstancias que a simple vista derivan en condiciones favorables para muchas personas, pero que, observadas en detalle, no han sido favorables para todos/as, especialmente no para las mujeres.
Si bien diversas empresas o negocios se adaptaron a las necesidades logrando mantener o incluso incrementar sus ganancias, pues el teletrabajo significó reducción de costos fijos, mayor productividad y por consiguiente mayores ingresos; y para algunos trabajadores/as significó ahorro en dinero y tiempo de desplazamiento, dejar de consumir comidas frías, recalentadas o en restaurantes; Para una gran parte de la población, estas nuevas condiciones llegadas con la pandemia significaron desempleo[1], reducción de la jornada laboral o de sus ventas y por tanto de sus ingresos; pobreza, hambre y angustia sobre el día siguiente.
[1] En enero el desempleo fue del 22.7% en las mujeres y del 13.4% de hombres, según datos del director del DANE presentados en el noticiero Caracol, el 26 de feb 2021.
Y si la inequidad y la desigualdad social en general, que ya era un problema en Colombia, con la pandemia del covid-19 quedaron completamente al descubierto, especialmente las desigualdades de género, donde nuevos y viejos elementos se configuraron para poner de cara a la sociedad la realidad de las mujeres y las brechas de género -que hacen referencia a la comparación entre las oportunidades de hombres y mujeres-, se hicieron más evidentes, así como la violencia doméstica y la doble jornada laboral (o triple).
Algunas de las decisiones que las mujeres han tenido que tomar en detrimento de su independencia, ingresos y realización personal durante la pandemia, han sido la reducción de su jornada laboral, optar por trabajos independientes para tener horarios flexibles y poder conciliar los dos trabajos: el remunerado y el “oficio de la casa”. Otras, se han visto en la necesidad de dejar sus empleos porque a la hora de decidir en pareja quién renuncia para tener más tiempo de cuidar a los hijos, “normalmente” es la mujer quien lo hace[2] . De acuerdo con la Asociación Yo No Renuncio, que realizó una encuesta con 7.500 respuestas válidas de mujeres con y sin hijos entre el 12 y el 14 de febrero de 2021, “el 22% de las mujeres han renunciado a su trabajo o parte de él para cuidar a sus hijos/as y al 37% les han negado el teletrabajo siendo compatible”. También, los hallazgos ponen de relieve “que cuando el niño se tiene que quedar en casa guardando cuarentena, en 8 de cada 10 casos es la mujer la encargada de cuidarlo”[3].
[2] Según la vicepresidencia de la república, “el 65% de la población ocupada de mujeres en Colombia, está laborando en los sectores de Comercio y servicios, los más afectados por el por la crisis derivada del COVID-19, y que, alrededor de 6 millones de mujeres estarían en riesgo de perder sus empleos” Vicepresidencia de la República. Mujeres en tiempos de covid19, Agosto 11 de 2020.Según el director del DANE, en información presentada en el Noticiero Caracol el 26 de febrero del 2021, en enero, la tasa de desempleo en las mujeres fue del 22.7%, mientras en los hombres fue de 13.4%[3] Cristina Saldaña. Vacaciones, excedencias y días sin sueldo: así afrontan las madres trabajadoras las cuarentenas de sus hijos. El País, 16 de febrero 2021.
La sobrecarga de trabajo generada por la confluencia en el mismo espacio físico (la casa) del trabajo remunerado con el trabajo del cuidado (no remunerado), más todos los miembros de la familia demandando de la mujer ser atendidos, de manera explícita o implícita, ha reforzado lo que por tantos años las feministas hemos denominado la división sexual del trabajo y la doble o triple jornada, que no es más que el trabajo invisible.
La multitarea, la preparación de alimentos, el aseo del hogar, las situaciones de salud del grupo familiar, el acompañamiento a los hijos e hijas en sus tareas escolares, la contención en situaciones emocionales, sumado a las ocho horas de trabajo -que casi siempre son más-, son los factores que incrementan la demanda a las mujeres por su condición de ser mujer, porque así es y ha sido siempre, provocando en ellas: estrés, agotamiento permanente, ansiedad, en muchos casos complicaciones de salud, y por supuesto, la frustración de sentir que esto siempre será así.
A esta realidad se le agregan situaciones sutiles de la vida cotidiana que evidencian grandes diferencias en los comportamientos culturales que dan prioridad al trabajo de los hombres. Al respecto, una investigación sobre género y desempleo que está llevando a cabo Aliya Hamid Rao, socióloga de la London School of Economics, plantea que existe “la tendencia a dividir los espacios de la casa, cuando los dos miembros de la pareja teletrabajan, del siguiente modo: los lugares silenciosos, como despachos o habitaciones independientes, se reservan para los hombres y las zonas comunes como la cocina, el comedor o el salón para las mujeres”, o que “el hogar no es un espacio neutral: está empapado de expectativas de género y de las obligaciones que los miembros de la familia tienen entre sí”. Incluso, la investigación afirma que los padres fueron capaces de conseguir espacios y tiempo delimitado para dedicarse a sus tareas, mientras que las madres tuvieron que improvisar tanto el tiempo como el espacio, pues eran vistas como cuidadoras y su papel como trabajadoras se minimizó, al punto que su opción -en muchos casos- fue trabajar de madrugada o en las noches.
Seguramente algunos hombres y mujeres dirán que esto ha cambiado, que ya hay hombres que asumen labores del hogar sin ninguna complicación, y eso es indiscutible. Efectivamente, existen hombres comprometidos con su rol de padres más allá de proveedores; sin embargo, también es cierto que históricamente “este reparto ya estaba desnivelado”, como dicen las mujeres de la Asociación Yo No Renuncio y que es esencial para lograr un país equitativo, seguir realizando acciones políticas que reduzcan este desequilibrio.
A la desigualdad laboral se suman condiciones determinantes como la brecha digital de género, entendida como la inferioridad de la mujer con respecto al hombre en cuanto al acceso a la información digital, a la educación y conocimiento de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación)”[4], y que cobra especial relevancia en tiempos donde prima el teletrabajo. Un indicador de esta brecha es la diferencia porcentual entre mujeres y hombres vinculados laboralmente a los sectores de desarrollo tecnológico, que según un estudio realizado por Oxfam – Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre-, “solo el 13% del personal profesional de estos sectores corresponde a mujeres”.
[4] Brecha digital de género, que es y cómo superarla. OXFAM
Al respecto, lo que ha podido observar el equipo de asesores y asesoras de Conciudadanía en relación con las mujeres con quienes trabajamos, muchas de ellas dedicadas a la economía del cuidado y al ejercicio de su liderazgo comunitario y social, es la dificultad que tienen para acceder a un buen equipo de telecomunicaciones, que suelen estar priorizados en casa para atender las necesidades del trabajo de los hombres o para la educación virtual de sus hijos/as; Lo anterior sumado a otras condiciones como el bajo conocimiento y manejo de las TIC, la carencia de recursos económicos para el pago del servicio de internet (que debería ser un derecho) e incluso su lugar de residencia, pues en muchos casos viven en zonas rurales con deficiencias en la conectividad. Prueba de esto es que según el DANE, solo alrededor de un 26% de los estudiantes en zonas rurales tienen conectividad frente a un 89% en zonas urbanas[5]. Y si esto son los/as estudiantes, imaginemos cómo será la situación de las mujeres rurales.
[5] Educación virtual: realidad o ficción en tiempos de pandemia. Pesquisa Javeriana.
Frente a esta situación, los gobiernos deben avanzar en la masificación del uso de las TIC y el acceso a la conectividad, dando cumplimiento a la Ley 1341 de 2009 en donde se establece el criterio de Masificación del uso de las TIC y el cierre de la brecha digital: “El Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, tiene la labor de revisar, estudiar e implementar estrategias para la masificación de la conectividad, buscando sistemas que permitan llegar a las regiones más apartadas del país y que motiven a todos los ciudadanos a hacer uso de las TIC”. Artículo 38.
Se requiere además implementar programas para el desarrollo de nuevas competencias y habilidades digitales en las mujeres, que les facilite la inserción laboral en un mundo globalizado por la virtualidad y el uso de las nuevas tecnologías. Así mismo es importante regular el teletrabajo con una mirada de género que permita, por ejemplo, la flexibilización de los horarios de trabajo. Superar los estereotipos que consideran que los hombres tienen más capacidades para desempeñarse el mundo de las TIC y visibilizar el papel que las mujeres han desempeñado en altos cargos de responsabilidad, podría ser útil.
En esta reflexión sobre el significado del trabajo en casa y la virtualidad para las mujeres, es imposible dejar de recordar el incremento desproporcionado que ha tenido la violencia contra las mujeres durante la pandemia ocasionada por la covid-19. Teniendo en cuenta que el porcentaje más alto de victimarios son familiares y que antes de la pandemia los hogares ya eran considerados como uno de los lugares más peligrosos para muchas mujeres, especialmente en las noches o los fines de semana cuando llegan sus parejas; lo cierto es que con el encierro y la permanencia de los hombres en la casa (día y noche demandando atención por parte de las mujeres, no siempre de la mejor manera), los conflictos cotidianos y por lo tanto el riesgo de la violencia contra las mujeres, se ha incrementado y agudizado.
Los indicadores dan cuenta de un aumento de la violencia de género, que se recrudece por el confinamiento y por el limitado acceso de las mujeres a los servicios públicos de atención, prevención y sanción de la violencia, que no son considerados como esenciales. Los datos son contundentes: entre el 25 de marzo y el 31 de diciembre de 2020, las llamadas a la línea 155 por violencia intrafamiliar fueron 21.602, con un aumento del 103% frente al mismo periodo de 2019. De estas llamadas el 94% fueron realizadas por mujeres. En la línea 123 se recibieron 4.584 llamadas relacionadas con violencia de pareja, con un incremento del 53,8% entre el 25 de marzo y el 10 de noviembre de 2020, con respecto al mismo periodo del año anterior. Más grave aún, acorde con datos de la Fiscalía, entre el 1 de enero y el 26 de octubre de 2020 se registraron 143 víctimas de feminicidio[6].
[6]. Todos podemos poner fin a la violencia contra la mujer. Minsalud, nov 25 de 2020.
En palabras del director del Banco Mundial para Colombia y Venezuela, Ulrich Zachau: “Las mujeres enfrentan unas vulnerabilidades particulares, como peores condiciones laborales y una mayor carga de cuidado, entre otras, que se exacerban en momento de crisis como el que estamos viviendo”. Y sí a este panorama le agregamos el hecho de que cerca del 40% de los hogares en Colombia tiene jefatura femenina”[7], las situaciones se complejizan aún más.
[7] Vicepresidencia. Junio 2020. Ayudas humanitarias para madres cabeza de hogar, en medio de crisis por pandemia.
Si bien el contexto cultural y social colombiano ha perpetuado las condiciones de desigualdad entre hombres y mujeres, que se han agudizado con el aumento del teletrabajo, paradójicamente son las mujeres las que en gran medida han paleado la crisis actual, mediante el trabajo comunitario, social y político, el rebusque en la economía informal y sobre todo con su trabajo en las labores del cuidado de la vida (en el hogar y en los centros de salud), que las pone en la primera fila de riesgo.
El cuidado de la vida es un asunto social y político. Social, porque nos compete a todos y todas, y político, porque implica actores y espacios de toma de decisión que favorezcan un desarrollo justo. Es por ello que urge hacer efectiva la Ley de la economía del cuidado, valorando y reconociendo su aporte, flexibilizando y redistribuyendo los roles de género, así como los programas estatales de atención y cuidado, para brindar a mujeres y hombres mejores condiciones para una vida digna.
Este artículo es justamente un llamado al movimiento de mujeres, a las organizaciones de mujeres, a los/as políticos, a la institucionalidad pública y privada, a las organizaciones de la sociedad civil para que activen su trabajo de incidencia política y se tomen las medidas necesarias para disminuir o atenuar los efectos de estas condiciones de violencia, sociales y de trabajo que afectan los derechos y el bienestar de las mujeres.
Todos y todas estamos a la espera de que la vacuna y las medidas de autoprotección nos permitan superar o minimizar los riesgos de contagio de la covid-19… Sin embargo, también es cierto que la virtualidad llegó para quedarse y con ella el teletrabajo.